¿Es malo el exceso?

Aunque actualmente vivimos en una sociedad cada vez más globalizada y más concienciada con los problemas medioambientales, ¿es necesario llegar a un punto extremo de compromiso con la causa?

Es una realidad que muchas personas están cambiando sus malos hábitos para proteger a la naturaleza y ayudar a los demás  de  distintas formas; pero, muchas veces, esos cambios rozan lo insensato.

En el caso de las personas vegetarianas “estrictas”  se podría decir que llegar al grado de no tomar ningún tipo de lácteo, argumentando que proceden de animales, es un sinsentido, ya que su obtención no le provocó ningún tipo de sufrimiento a esos animales.

En cuanto a las personas que defienden la producción y el consumo de productos ecológicos hay que tener en cuenta que no se puede rechazar totalmente todo lo que no entre dentro de ese repertorio, además, debemos tener la mente abierta  a otras opciones, puesto que no siempre se podrá escoger todo lo que se quiera.

Respecto al reciclaje, una disciplina que práctica casi todo el mundo, cabe añadir que no significa solo que “lo orgánico va en el contenedar verde y el plástico en el amarillo” (una idea que nos inculcaron desde pequeñitos).

El reciclaje es un compromiso con la naturaleza para sacar el máximo provecho de nuestros recursos reutilizándolos, lo que significa que si en nuestra región o comarca carecemos de algún tipo de contenedor, debemos exigirlo o que si sabemos que todos los residuos recogidos van a parar a un mismo punto deshaciéndose, de algún modo, la cadena del reciclaje, debemos solucionarlo porque es un comprimiso de principio a fin.

Desde mi punto de vista, el exceso es innecesario,  solamente se deben aprovechar los recursos y equilibrar su gasto y su regeneración, obteniendo así, lo justo y necesario (que muchos calificarían como “ni tanto ni tan poco”) porque es una gran verdad que es posible vivir mucho mejor con mucho menos.

 

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